Entropia en Wiesbaden
Por el romano muro te asomaste
a ver la calle alemana
bajo la lluvia tenaz y declinante.
Lo que viste fue el bullicio, la fractal
escritura del desgaste europeo.
Mucho dinero, finas ropas,
edificios cuidadosos, gestos agrios,
mala comida -Goethe, en fin,
en su áulico, nemoroso
y patriarcal papel de santo doctus, poeta
enciclopédico.
Nada que contar de regreso,
nada sino la lluvia ahora pertinaz
y final. Un soplo del Espíritu Santo
entraba por la boca de los minutos-
pero tú, presente, más cuidadosa
que las Edades Medias
de la Selva Negra,
atestiguabas el sermón puritano
y el sedimento postindustrial,
las palabras eclipsantes
de cualquier académico, los consejos
de algún editor
despistado en Francfort. La entropía
se apoderaba de Wiesbaden
y tú renacías incesante
contra el fulgor del tiempo.