Ese espacio, ese jardín
Ese meollo asible de hacinada ternura,
Ese Delgado
envés.
Los muertos vuelven también allí.
De allí nos miran; nos reflejan. Nor orillan
a ver.
Unen
la luz del tiempo, las estancias abiertas, incesantes,
del tiempo, su entramado acaecer,
sus desbordadas resonancias en el cenit
de una alcanzada desnudez: este gozo que vuelve,
nítido.
Esta radiante
hilaridad. Esta risa que funda
y su fisura.
-Como un venero, un amuleto. La fuente oculta
de un jardín.
Este huerto, este rapto
que heredamos
como una abierta melodía entre la noche, como un destello,
una pregunta,
este cuerpo
*
y su sed.
-De allí nos hablan,
de allí nos llaman, como entre sueños.
De un sueño a otro
nos llevan.
De un sueño a otro nos trazan, nos transparentan.
Como rasgos muy tenues en un paisaje.
Como respires. De un sueño a otro buscamos
la solidez: este fuego
que enlaza, que perdura.
Esta passion que arraiga,
que arrebata, y su acentrado contrapunto,
este sentir que engendra. Y a tu mirada se abre
lo que aún refleja.
Unen
la luz del tiempo, las estancias abiertas, incesantes,
del tiempo, sus remontrables laberintos, su abarcable acaecer:
Este aliento,
esta savia que funde, que transluce, que nos envuelve,
como un oleaje,
como un acorde: Estos contornos íntimos.
-Un giro breve del cristal. -Una arista de luz.
Una textura. Una palabra.
-Porque la muerte tiene
en el colmado corazón de la vida
enraizados sus vértices,
y en ellos arde,
en ellos cede, en ellos une
esta espesura.