Escolares
Como hojas de viento sorprendidas en ráfaga
se desprenden del grupo compacto,
un niño, dos, cada vez más,
levantan en vuelo para encrespar la calle,
soplados hacia sí, impelidos a unirse,
deshaciendo el grupo en el que estaban,
buscándolo de nuevo, conformándose.
Un imán los aleja y los reúne,
los dispersa primero hacia la calle,
los vuelve a congregar. Es muy extraña
esa manera de llenarse, hacerse ser.
Como si no supieran quiénes son sin seguimiento.
Se buscan, se tocan, se apelmazan.
Nada se da de golpe sino en un desafío
que los impide de uno en uno.
Hay dos o tres que ya han cruzado,
dos o tres más que empiezan a desprenderse,
hasta que, como si se expandiera el motivo,
el bucle se despega, vuela, se asimila,
cruza la calle en masa. Queda
un aliento, una suavidad que mece,
que acompaña a los rezagados, que los hace
ver que allá no están, que ya no están, que el grupo
está del otro lado. Todo
con una naturalidad de viento amable,
sin violencia, como en ciclo,
masa compacta nuevamente
al fin, tras movimiento, apaciguados.